Hijos de la estafa hipotecaria o infancia deshauciada

10 de agosto de 2017
Marta Martínez Muñoz. Socióloga e Investigadora en Derechos de la Infancia. Madrid El pasado mes de noviembre presentamos en Madrid el estudio “Te quedarás en la oscuridad. Familia, infancia y desahucios desde un enfoque de derechos”1. Se trata de la primera investigación que aborda la temática de los desahucios desde la perspectiva de las familias […]

Marta Martínez Muñoz. Socióloga e Investigadora en Derechos de la Infancia. Madrid

El pasado mes de noviembre presentamos en Madrid el estudio “Te quedarás en la oscuridad. Familia, infancia y desahucios desde un enfoque de derechos”1. Se trata de la primera investigación que aborda la temática de los desahucios desde la perspectiva de las familias y, sobre todo, desde la perspectiva de los propios niños, niñas y adolescentes.

Las cifras oficiales sobre desahucios son realmente dispares. En primer lugar porque no todas diferencian desahucios por impago de hipotecas, de impagos por alquiler o de residencias y locales comerciales. Además las series temporales, así como los organismos que las recogen, arrojan información desigual. Aproximándonos a la magnitud de este fenómeno, entre enero de 2008 y septiembre de 2014, según datos del Consejo General del Poder Judicial se han llevado a cabo cerca de 360.125 lanzamientos, una media de 145 desahucios diarios en toda España. Entre 2012-2015, según datos del Banco de España, se han llevado a cabo 177.900 “entregas” de viviendas (atención al eufemismo de entrega); lo que arroja una media de 122 desahucios al día. Según los datos de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), los cuatro años anteriores hubo otros 244.000 desalojos. El Instituto Nacional de Estadística (INE) también recoge estadísticas de ejecuciones hipotecarias a partir de los Registros de la Propiedad. Como revelan la disparidad de los datos anteriores no existe una gran certeza sobre el número de desahucios que se producen, y menos aún de cómo se ven afectadas las vidas cotidianas de las familias que los sufren.

El estudio, (realizado en coordinación entre Enclave de Evaluación, PAH Madrid y Qiteria) además de ser pionero en la temática, tiene como particularidad haber conformado una alianza participativa entre especialistas de la investigación y los movimientos sociales considerando a la infancia como sujetos protagonistas. Si bien en los últimos años las investigaciones desde las ONG y Universidades sobre la infancia y la crisis (pobreza infantil, inequidad educativa, etc.), han abordado la situación de los más excluidos, cabe plantearse ¿porqué hasta la fecha no se había indagado sobre el impacto de los niños, niñas y adolescentes (en adelante NNA) en los desahucios? Creo que algunos elementos podrían explicar esta carencia:

En primer lugar hay un elemento, que es constante en la historia de los derechos de la infancia: el tenso debate entre lo público y lo privado. Pese a los muchos avances para entender a la infancia como un asunto público, seguimos asistiendo a la privatización de la infancia. Inmersos en una cultura de insignificancia, los NNA han permanecido tradicionalmente invisibles en la esfera pública. Especialmente en aquellas temáticas más opacas que interpelan especialmente nuestra condición humana. Los desahucios son una clara expresión de esta opacidad.

Al tiempo que vivimos en esta paradoja como nunca, los niños están en casi todos los escaparates, programas y concursos de los medios de comunicación como si fueran reconocidos antes consumidores y artistas que ciudadanos.

No contienen las mismas premisas investigar con la infancia, que investigar sobre la infancia y especialmente con la infancia que viene de experiencias (en ocasiones sostenidas) de exclusión. Este investigar con la infancia debe implicar en los equipos de investigación una actitud de escucha singular para identificar qué aspectos de su vida infantil cobran un significado especial, con el fin de que la exclusión no estigmatice sus vidas. Para ello las personas investigadoras debemos acercarnos a sus vivencias y culturas de infancia con la firme voluntad de no re-estigmatizar.

Esto implica entender que los NNA no son actores pasivos, sino que intervienen sobre su realidad y sus entornos más cotidianos de múltiples formas. Este elemento pasa por reconocer la necesidad de revisar nuestras culturas adultocéntricas desterrando de nuestras prácticas las lógicas de la infancia como “minoridad”, también en los procesos de investigación.

¿Cómo están configurando los NNA desahuciados sus culturas de infancia?

Tal y como se explica en el informe, las niñas y niños han nombrado sus vivencias de desahucio con mucha claridad. Nombrar es una forma apropiada no solo de reconocer (se), sino también de trascender lo aparente, de identificar y de dotar de identidad a lo que les sucede. Han salido del silencio y la oscuridad en la que decían sentirse en relación al desahucio. Además, conocen mucho más sobre los desahucios de lo que sus familias pensaban y mucho más de lo que todos imaginábamos, pues manejan con mucha claridad términos como impagos, deudas, derramas, multas… Encontramos así que los NNA son decodificadores de los mensajes de sus padres/madres y de las renuncias y pérdidas paulatinas que van haciendo en sus vidas cotidianas y que se vuelven una realidad limitadora del ejercicio de sus derechos: “hay menos comida”, “no hay caprichos” y “te quedas sin móvil”.

Como sociedad, apenas sabemos cómo hemos de hacer para explicar la crisis económica a los NNA y pese al esfuerzo de los adultos (en su ánimo de protegerles) por hacer “como si no pasara nada” los NNA van descubriendo malestar, tristeza, silencio… generando más incertidumbre y van interpelando a sus adultos de referencia: ¿por qué tienes todos esos papeles del banco todo el rato contigo?, ¿por qué te llama el banco todos los días?, ¿por qué no respondes a esas llamadas de teléfono?

Los NNA van acumulando episodios cotidianos (no exentos de dolor) a partir de los cuales van tomando una mayor conciencia de su situación familiar. Especialmente nos llamó la atención conocer un inicial pacto de silencio (basado en la negación, vergüenza y frustración) en el que se instalan las familias y una vez la situación se vuelve insostenible, ésta pasa a configurarse en un pacto de secreto con sus hijos e hijas. Un silencio en el que hemos irrumpido para dar voz a sus vivencias, estableciendo un pacto comunicativo con los NNA en los talleres para identificar sus: sueños, miedos, alegrías y tristezas, una técnica participativa sencilla, lúdica y con enorme potencial investigador. Un elemento clave que ha implicado una gran confianza por parte de los NNA en nosotros como investigadores.

Los NNA viven como un gran peso la magnitud de la situación que perciben como imposible de solucionar: “o se es millonario o esto no tiene arreglo”. Poseen igualmente un profundo sentido de la justicia: “que pensemos todos en todos”, “ser todos iguales” y tienen la sensación de que sus derechos “están siendo pisoteados”, incluso lo expresan con más contundencia que sus padres, y esta idea de la justicia, que en la infancia suele configurarse a partir de los cuatro años, se activa como un mecanismo de exigencia (“que esto se acabe ya”) pero también de auto-protección (“quiero que la justicia gane siempre ante la ley”).

Pese al esfuerzo de nuestra tarea investigadora, queda mucho para saber cómo la infancia construye sus culturas desde la exclusión. Por ejemplo: ¿qué sienten sobre las instituciones que deben ser protectoras de sus derechos y que les han abandonado?, ¿cómo se configura su concepto de ciudadanía desde la inclusión?, ¿existen diferencias entre las niñas y los niños en la pérdida de su hogar?

Como adultos garantes debemos generar las condiciones para que sean partícipes y protagonistas en la vida social, buscando espacios en los que puedan compartir sus vivencias con sus iguales para que no interioricen los relatos de miedo (“tengo miedo a perder todo lo logrado”) y dolor (“me dan ganas de llorar hasta llenar una piscina”). Y los NNA esperan de nosotros certezas y que actuemos para poner fin a esta situación. Los agentes sociales necesitamos del sentir y de la mirada de los NNA, no deberíamos actuar sin ellos, sin su consideración; por derecho, pero también por pertinencia. No hay niño, o niña mejor protegido que aquel que conoce de cierto sus derechos y los mecanismos para protegerlos.

Debemos seguir poniendo toda la luz sobre ellos para que no se queden en la oscuridad. Los NNA, debido a que se encuentran en proceso de desarrollo, son investigadores natos por excelencia, descubren y nombran el mundo cada día. El propio título de nuestra investigación “tener miedo a saber que te quedarás en la oscuridad”, nombrado por un niño de 6 años, es una contundente denuncia que debería interpelar la hegemonía del mundo de los adultos y el acto de nombrar por parte de los NNA es, en sí mismo, una responsabilidad política y una forma de desarrollar su condición humana. Hay que saber escucharles de forma honesta y escuchando sus opiniones, reconocer el peso social y político que los niños, niñas y adolescentes tienen y cómo ellos ya se manifiestan sobre las políticas públicas y sus prioridades. No sigamos prescindiendo de ellos, son muy capaces y nos están interpelando.

Al igual que muchos hombres y mujeres cada día exponen sus cuerpos para paralizar los desahucios, el cuerpo de la infancia también está siendo desahuciado de su hogar cuando su cuerpo y su hogar deberían ser territorios de dignidad. No solo los NNA son hijos de la estafa hipotecaria, porque cuando la infancia ve vulnerados sus derechos de una forma tan impune, es la sociedad entera quien fracasa. Mientras tanto, nos seguiremos empeñando en aproximarnos a los universos de la infancia desahuciada.

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