Acogimiento familiar: solidaridad y compromiso

31 de octubre de 2018
Toñi Moriana, Directora Territorial de la Fundación Don Bosco, entrevista en este número a Jordi Ripoll i Tutó, Jefe del Servicio de Acogimientos Familiares en Cruz Roja en Barcelona. Coordinador de la Comisión de Acogimiento Familiar de  a Federación de Entidades de Atención a la Infancia y la Adolescencia (FEDAIA). Delegado por EDAIA para la […]

Toñi Moriana, Directora Territorial de la Fundación Don Bosco, entrevista en este número a Jordi Ripoll i Tutó, Jefe del Servicio de Acogimientos Familiares en Cruz Roja en Barcelona. Coordinador de la Comisión de Acogimiento Familiar de  a Federación de Entidades de Atención a la Infancia y la Adolescencia (FEDAIA). Delegado por EDAIA para la Plataforma Europea APFEL. Miembro de la Comisión de Acogimiento Familiar de Cruz Roja Española.

  1. ¿Qué es el acogimiento familiar?

Bueno, iremos por partes. El Acogimiento familiar es algo que nuestras sociedades han practicado durante siglos, aunque hoy en día nos encontremos con un enorme desconocimiento social de esta medida de protección infantil. Durante muchos años, ha habido familias que por un motivo u otro se han hecho cargo de un niño, de una niña, cuyos padres no podían criarlo.

A veces, esto sucedía dentro de la misma red familiar. Por ejemplo, familias que vivían en una ciudad y por motivos económicos o de salud, decidían enviar a alguno de sus hijos al campo, a cargo de familiares que vivían en medio rural. O a la inversa: familias campesinas que mandaban a sus hijos o hijas a la ciudad, a cargo de algún familiar, para que se ganaran la vida mejor de lo que lo habían hecho ellos en el campo. Hoy en día, a estos acogimientos, aunque motivados por otras causas, les llamaríamos en familia extensa.

En muchos países de Europa, y también aquí, aunque en menor grado, en tiempos de fuertes tasas de mortalidad infantil en las ciudades industrializadas, o en las épocas de conflictos bélicos, se optó por mantener a los niños y niñas en entornos familiares menos expuestos al conflicto o con mayores posibilidades de supervivencia. A menudo, esto fue protegido e impulsado por iniciativas benéficas y en muchos países directamente por los estados, que llegaban a ofrecer ayudas económicas a las familias que se prestaban a estos acogimientos, con niños y niñas con los que no tenían ningún parentesco. Es paradigmático el caso de Francia, donde están documentadas estas ayudas económicas desde el siglo… XIV. Hoy, a estos acogimientos sin relación familiar de inicio, con o sin apoyo económico, les llamamos en familia ajena.

Actualmente, las razones por las que un niño o niña no pueden ser cuidados por su propia familia son otras y principalmente están relacionadas con la incapacidad grave de los progenitores para establecer una crianza saludable con sus hijos. En algunas ocasiones, también pueden estar presentes cuadros de maltrato infantil o de violencia intrafamiliar. Entonces los estados tienen la obligación de establecer las medidas protectoras y reparadoras que estos niños y niñas van a necesitar.Y es aquí donde entra el acogimiento familiar, como una de las medidas más eficaces de protección, que responde al derecho de todos los niños y niñas a crecer en un entorno familiar. En cualquier caso, cuando hablamos de acogimiento familiar estamos hablando de una historia de ruptura que es acogida por una familia que asume el encargo de ocuparse de un niño o niña como si de un hijo se tratara, pero respetando y reconociendo el lugar –a veces idílico, a veces doloroso– que va a seguir ocupando la familia de origen en la mente y el corazón de ese niño.

  1. En este sentido, ¿qué aporta el Acogimiento familiar?

Los niños y niñas que han vivido esta experiencia de ruptura y de pérdida, y que tienen la opción de ser acogidos en otra familia, encuentran en el acogimiento la oportunidad de reparar los vínculos con la familia de origen, en un entorno de respeto y de normalidad social y con la atención y el cariño personal y continuado que una institución de carácter residencial, como los llamados centros, no van a poder garantizar.

En nuestra relación con las familias que están acogiendo, seguimos comprobando que el impulso que las empuja a hacerlo tiene que ver con un sentido profundo de justicia social, de solidaridad y de implicación cívica en los problemas de la comunidad. Y lo hacen, a menudo, con un alto esfuerzo personal y familiar ante las cargas de dificultad que muchos acogimientos conllevan.

  1. Que niños y niñas comprendan y digieran por qué es así su vida, parece complicado, ¿cómo se puede sanar?

Lo primero es sentirse amado, ser alguien para alguien, tener un lugar destacado en los afectos de una o más personas importantes para ti. Todos recordamos que, de niños, un beso de mamá o papá en la herida reciente la hacía más llevadera. Luego, las familias descubren que con el amor no basta. A veces se requieren años y ayuda terapéutica para procesar la pérdida, el abandono y darles un lugar en la historia de la propia vida. Un lugar lo menos doloroso posible. Hay chicos y chicas que con el tiempo pueden comprender las dificultades que tuvieron sus padres, incluso algunos llegan a generar un sentimiento de perdón. Otros, en cambio, prefieren cerrar esa etapa y centrarse en el presente.

Aunque el acogimiento familiar no es en sí mismo terapéutico, sí que puede permitir ese espacio de relación donde, con el apoyo necesario, se reparen los vínculos rotos o estropeados. Para ello es necesario que la familia acogedora comprenda y acepte los altos y bajos que se van a producir en ese proceso, la sensación aparente de inmovilidad durante algunos períodos, las recaídas. El tiempo no lo cura todo, pero sin tiempo nada se cura.

  1. ¿Se requiere algo especial para ser familia de acogida?

Es verdad que no todo el mundo puede acoger en las mejores condiciones, ni todos los momentos de una familia son los idóneos para acoger. Las familias acogedoras son especiales en la medida que dan el paso y se comprometen en un proyecto que implica a toda la familia, a veces durante mucho tiempo. Es necesario que entiendan bien la naturaleza de ese proyecto, y que tengan una gran disponibilidad, no solo física o logística, sino sobretodo emocional. Con capacidad para moverse en un mar de incertidumbres, de cambios imprevistos, con un niño o niña a quien van a tener que apoyar en un proceso de búsqueda de identidad, de aceptación de su realidad familiar…, niños que pueden arrastrar las consecuencias de una exposición traumática en un momento vital muy sensible.

  1. ¿Cuentan con apoyos suficientes? ¿Qué necesitan?

En nuestro contexto, depende de cada comunidad autónoma. En la mayoría de territorios, las familias acogedoras reciben una prestación económica, mayor o menor pero a menudo muy insuficiente, para hacer frente a los gastos inherentes a la crianza y manutención de los niños acogidos. También existen medidas de discriminación positiva, destinadas a facilitar algunos aspectos del día a día con los niños: descuentos en algunos servicios, gratuidades, etc.

Por otro lado, por lo menos desde mi experiencia, lo que las familias requieren es sentirse apoyadas, no sólo por los equipos técnicos que las acompañan, sino por las administraciones. Que se les facilite la multitud de trámites que deben realizar con los niños (documentación personal, autorizaciones para viajar, para las operaciones quirúrgicas…). Y, sobre todo, que la Administración responda con rapidez cuando se la requiere.

Cada vez son más las asociaciones de familias acogedoras que intentan, con bastante acierto, cumplir con esa función de apoyo mutuo y algunas han conseguido además mejoras importantes en determinados aspectos del ámbito de la administración.

  1. ¿Cómo sería una buena práctica en Acogimiento familiar?

Habría que diferenciar: a)una buena práctica referida a la toma de decisiones por las que un niño o niña son propuestos para ser acogidos, a los procesos técnicos de inicio, convivencia o finalización, a la preparación y formación de las familias acogedoras; b) una buena práctica referida al trabajo que se realiza con la familia de origen antes y durante el acogimiento y en el momento del regreso a casa, si esto se produce; c) una buena práctica en cuanto a la calidad del acogimiento ofrecido por la familia acogedora.

Desde una visión exhaustiva, una buena práctica debería integrar por lo menos todas las opciones anteriores:

  • La decisión de la separación inicial debería responder a los principios de necesidad (“que sea realmente necesaria”) e idoneidad (“que sea el recurso que mejor responde a las necesidades del niño o niña”), que establece Naciones Unidas.
  • Los estados y las administraciones deberían tener implementados sistemas de sensibilización social que aseguraran la disponibilidad de familias acogedoras bien informadas y preparadas, con capacidades suficientes para realizar acogimientos de calidad a todos los niños y niñas que los necesiten.
  • Las familias de origen –progenitores, familia extensa, etc.– deberían sentir el apoyo de la administración, en forma de recursos económicos, terapéuticos, rehabilitadores,… para evitar en primer lugar la separación, y cuando ésta es inevitable, recibir el apoyo necesario para entender la medida de protección, para aprender a gestionar la relación con sus hijos o hijas durante el acogimiento y, cuando sea viable, para posibilitar el regreso del niño o niña lo antes posible.
  • Las familias acogedoras deberían contar con el acompañamiento y la dotación de recursos suficientes para que el acogimiento no sea una carga que sobrellevar, sino el formar parte de una red en la que cada uno –la familia, el equipo técnico, la administración– aporta lo que le corresponde y a lo que se ha comprometido, y donde cada parte reconoce, respeta y apoya a las otras.
  • El acogimiento de cada niño o niña debería ser el más adecuado a sus necesidades e intereses, lo más corto que se pueda, si es posible el regreso a casa, y lo más sólido y consistente si se prevé alcanzar la mayoría de edad en la familia de acogida. Que respete su origen, historia e identidad y lo más cerca posible de su entorno natural, cuando ello sea adecuado. Que contribuya a dar continuidad al proceso vital, lejos de generar más rupturas, pérdidas y separaciones. Que atienda todas las áreas de necesidad de cada niño o niña y los derechos que les asisten. Finalmente, que al llegar a la mayoría de edad, si lo hacen en la familia acogedora, tanto ésta como el chico o chica cuenten con los apoyos necesarios para ese momento y durante la transición a la vida adulta.
  1. Por último, ¿Qué nos dirías al resto que podemos estar lejos de esta realidad?

Quizá podría añadir que, a pesar del esfuerzo de algunas administraciones, entidades sociales, de muchos y muchas profesionales y de las mismas familias acogedoras, el acogimiento familiar es algo todavía muy desconocido. Por ello, muchos chicos y chicas siguen permaneciendo en dispositivos residenciales, sin opción a ejercer su derecho a vivir en familia. Sólo vivimos una infancia. Para estos niños y niñas, pasarla en una institución o vivirla en familia depende de la responsabilidad y la implicación cívica de cada persona adulta. Al fin y al cabo, cada sociedad decide cómo quiere cuidar a sus niños.

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