Housing First: una solución permanente para las víctimas del sinhogarismo

5 de diciembre de 2021
Fernando Vidal (Universidad Pontificia de Comillas) escribe sobre el método Housing First, una solución permanente para las víctimas del sinhogarismo.

Fernando Vidal, profesor de Sociología y Trabajo Social y director del Centro de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas.

La vivienda es la causa principal del sinhogarismo. Tres cuartos de las víctimas de sinhogarismo dice que se encuentra en la calle porque no pudo pagar más su vivienda. La principal solución al sinhogarismo es el retorno inmediato a una vivienda para que desde ese hogar se recuperen de todas las pérdidas asociadas y los daños que les ha causado el tiempo de calle. La respuesta masiva ha sido dar a las personas sin hogar alojamientos colectivos temporales, los cuales no son una solución y tienen efectos secundarios contraproducentes.

La situación de sinhogarismo en todo el mundo occidental ha llegado a un colapso por la política social aplicada de alojamientos colectivizados y sus efectos no solamente no dan solución permanente a los problemas, sino que contravienen la voluntad de las víctimas y provocan efectos secundarios. En ese contexto, similar o más grave en otras ciudades del mundo —especialmente en las estadounidenses, en donde el sinhogarismo ha alcanzado la declaración de crisis humanitaria—, hizo aparición el método Housing First.

Vivienda Primero o Housing First —el programa se ha extendido tan internacionalmente que su marca en inglés constituye un estándar— es una de las aplicaciones más completas del paradigma de Recuperación al ámbito más general de las víctimas de la exclusión social, una innovación tan evidente como radical, iniciada en Nueva York por Sam Tsemberis (nacido en Skouras, 1949).

En el fondo de la mentalidad de Sam Tsemberis se sostiene la convicción de que la dimensión de hogar proporciona una seguridad ontológica a toda persona: el ser humano necesita universalmente un hogar, aunque está formulado de modos distintos, y es su lugar en la comunidad humana. A veces es un hogar nómada o son un circuito de hogares, pero la persona tiene la libertad y el derecho de habitar y eso forma un segundo cuerpo desde el que se relaciona con su comunidad de proximidad, la sociedad en su conjunto, consigo mismo y con el cosmos, instalado en ese enclave desde el que contempla todo y que sustenta su mundo de intimidad. Sin un dónde que poder llamar hogar, se descompone todo el mundo relacional de la persona y la propia seguridad que sustenta su ser, quién es y con quién es. Ese despojamiento del hogar deshilacha todo el sistema de lo que es, tiene, hace y amenaza el propio estar y existencia de la persona.

El principio parece tan simple que hace que al escucharlo uno vuelva la mirada hacia el sistema de sospechas que evitan que el problema de no tener hogar se solucione devolviendo hogar. Parece claro en otras situaciones: las personas en paro superan el desempleo teniendo empleo, los jóvenes sin formación logran reconducir sus vidas accediendo a formación, la mujer prostituida recupera su vida dejando de ser prostituida o quien sufre una adicción se recupera liberándose de dicha adicción. ¿Qué ocurría para que la persona sin hogar no pudiera tener hogar cuando es uno de sus derechos reconocidos por las más altas convenciones internacionales de derechos y las constituciones nacionales?

La experiencia de Sam en la calle le había dejado ver con claridad que lo que las persona querían era de nuevo un hogar: «No querían ir al hospital primero, ni al dentista primero, ni a un tratamiento de desintoxicación primero… No. Querían una casa. Yo pensaba: “¡Dios mío! ¿Una casa? No tengo una casa. Tengo una clínica, una furgoneta, un sándwich, una manta…” Una casa. Así que dejé el hospital y empecé mi ONG», contaba Sam cuando le invitamos a venir a España en 2016. Sam y el grupo fundacional del nuevo modelo fundaron en 1992 una organización basada en la aplicación de los principios de Recuperación: Pathways to Housing, posteriormente rebautizada Pathways Housing First, dada la proyección internacional del método.

El método se sostiene sobre cinco principios característicos del paradigma Recovery o de la Recuperación:

  • acceso inmediato e incondicional a vivienda,
  • autodeterminación y libertad de elección del cliente,
  • orientación a la recuperación,
  • soportes individualizados centrados en la persona,
  • integración sociocomunitaria.Los cuatro últimos principios establecidos por la propuesta de Tsemberis son parte del núcleo duro del paradigma Recovery y el primero es una aplicación del mismo.

La oferta es una vivienda inmediata y libre de condiciones en vez de un proceso de preparación para un futuro acceso a la vivienda. Disponer de la vivienda no espera a que la persona cese de consumir sustancias, medique sus problemas, cure su salud, modifique sus comportamientos o practique nuevos usos higiénicos. Tampoco son exigencias que se impongan a cualquier vecino ni justifiquen que se le desahucie de una casa. La persona simplemente tiene que cumplir las condiciones habituales de cualquier arrendatario o beneficiario de cualquier vivienda.

Cuando las personas sin hogar piden un hogar, normalmente no se refieren a un techo, un cuarto o un espacio habitacional institucional compartido con otras personas sin hogar, sino que el hogar incluye una comunidad humana integrada en la sociedad, no un edificio, centro o territorio de excepción en el que solamente hay personas como él. El alojamiento de Housing First se realiza en viviendas normalizadas insertas en las comunidades vecinales convencionales. Por eso se evita la concentración de viviendas de Housing First en un mismo bloque e incluso en las proximidades de la misma calle, con el fin de que las personas puedan ser integradas en la comunidad como un vecino más. De hecho, la comunidad vecinal no es informada de quién es ese nuevo vecino, salvo lo que la propia persona quiera compartir con quien él decida.

El hogar permite fortalecer los vínculos con los que cuentan la mitad de las personas sin hogar y reactivar relaciones para aquellos que en el curso del sinhogarismo las han perdido. Un tercio de las personas sin hogar suelen tener pareja —casi la mitad de las mujeres sin hogar la tienen— y casi la mitad tienen amigos que les ayudan en la situación de necesidad en que se encuentran. Dos tercios tienen contactos al menos mensuales con sus familias y el resto mantiene relaciones familiares una vez al año o menos. Toda esa red latente o débil se refuerza cuando la persona cuenta con un hogar.

El método Housing First incluye un acompañamiento personal pautado a través de al menos una visita semanal y la disponibilidad de atención personal de los equipos durante las 24 horas, todos los días del año. Cada profesional social suele atender a unas diez personas en sus correspondientes domicilios particulares. El acompañamiento no marca ningún itinerario a la persona, sino que da soporte para que la persona restaure su proyecto vital y ponga en marcha aquellos propósitos que libremente se plantee. Pone en su conocimiento las posibilidades que tiene en todos los planos sanitario, formativo, laboral, psicológico, relacional, comunitario, etc. y pone a su alcance medios para poder avanzar.

El acompañamiento social es un sólido apoyo personal, un vínculo de ánimo y consuelo que da soporte para el duro camino de recuperación que comienza la persona y con el que puede contar permanente e incondicionalmente. El equipo de atención social también ejerce si es necesario funciones de mediación con la comunidad o el propietario de la vivienda, tanto para resolver posibles problemas, como para crear oportunidades de integración y participación comunitaria. Las sociedades occidentales han perdido tejido comunitario y se ha extendido una epidemia de soledad que puede afectar duramente a quienes, como en el caso de quienes se incorporan a Housing First, son nuevos vecinos en un barrio y no tienen soportes relacionales fuertemente establecidos. Por eso es conveniente que de igual modo que se ha trabajado para que la persona obtenga una vivienda, se generen los cauces necesarios para que la persona encuentre lugares normalizados de participación y sociabilidad.

El acompañamiento ayuda a que la persona inicie un itinerario de recuperación para el que se logra que los servicios públicos realicen su función. En esas nuevas condiciones domésticas, las personas se contemplan en un nuevo marco no solamente material, sino existencial, y sus expectativas sobre sí mismos se reactivan. Comienzan a creer que sí es posible que puedan hacer todo aquello que la vida de calle les desmotivaba. Así, manifiestan deseo de
liberarse de adicciones, de ir al médico, de recibir ayuda psicológica, realizar cursos de formación, solicitar ayudas, obtener documentación oficial, resolver deudas o acceder a herencias, consultar abogados, cambiar de estilo de vida y alimentación, vestir de otro modo, etc. Las personas que antes sufrían sinhogarismo ahora se presentan en la calle de un modo completamente diferente, sabiendo que tienen un lugar en el que ser y al que regresar. Su vida tiene paredes, puertas y ventanas que le devuelven la intimidad que perdió, que restituye incluso un espacio interior en su propia vida, imprescindible para sostenerse como ser humano. El hogar lo recomienza todo.

HogarSí ha evaluado los efectos del modelo junto con el Centro de Estudios Económicos de la Fundación Tomillo —gracias a la colaboración de la Fundación La Caixa—. En sólo seis meses ya se consiguen algunos resultados relevantes: el 15% recupera la relación con su familia y el 25% la hace más frecuente; antes a un 35,7% les insultaban o amenazaban y en 6 meses baja al 7,1%; antes el 17,9% se sentía constantemente discriminado y a los seis meses es el 3,6%; antes un 53,5% dejaban de comer algunos días y en seis meses baja al 14,3%; antes un 25,9% se sentía mucha soledad y desciende al 11,1%. Algunas actitudes y hábitos necesitan más tiempo para mostrar cambios. A largo plazo, los estudios internacionales demuestran que limita la autopercepción de discapacidad, mejora la salud mental, reduce el uso de sustancias tóxicas y aumenta la calidad de vida general.

Y además es más barato que las soluciones asistencialistas convencionales. Una plaza de albergue cuesta de media en España 39,34 euros al día y una vivienda unipersonal de Hábitat —con todo su equipamiento incluido— cuesta 34,01 euros por día. Incluso se ahorra aún más porque se reduce sustancialmente el uso de emergencias sanitarias, instituciones penitenciarias y Administración de Justicia, visitas a médicos, número de hospitalizaciones, uso de ambulancias, intervenciones policiales, servicios de limpieza, servicios de emergencias, etc. El asistencialismo siempre es lo más caro y nunca es una solución permanente, sino que genera una situación de doble dependencia tanto del cliente como de la sociedad respecto a esos servicios.

Uno de los participantes del programa Hábitat de HogarSí nos decía «Yo nunca he vivido con esperanzas de nada» y otro, «olvidé que se puede vivir». A los pocos meses de estar en el programa, ya escuchamos frases como «una casa te da otra forma de mirar», «me ha ayudado a ver un futuro», «estoy más libre». Otro cliente de Housing First nos dijo también:«Tener una casa es el primer paso y luego va un segundo y un tercero…».

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